Despertar antes de que el sol lo haga. Oler el frescor de las mañanas de verano y dar de comer a los gatos, y ahora a los patos. Beber café. El verano es para moverse más rápido al principio y al final del día, y entremedio, ir más lento. Que no es lo mismo que no hacer nada, el niksen, lo llaman en Países Bajos—el arte de no hacer nada—. Dedicarse a no hacer sin sentir culpa por ello. Dar un paseo sin llegar a ningún lado, sentarse en el sofá sin móvil, sin libro. Hacer preguntas y profundizar en lo que da sentido a la vida. Permitir que pase el tiempo, por un momento, para mirar a la belleza. Porque sin mirada no hay belleza. Y ponerse al servicio de la creatividad, un mecanismo que va por su cuenta, y que requiere de ponerse a disposición y de momentos de inactividad para ser nutrida. Es en esos momentos donde se recibe la vida.
Saber no hacer nada es tan importante como saber accionar en la dirección que se siente correcta. La vida me pedía aprender a vivir a otros ritmos. La naturaleza es lenta. Hace una semana que nacieron los (diez) patitos y siguen durmiendo debajo de la cabaña. Cada vez que me muevo tengo que parar a mirarlos por un momento. Vivir con animales ancla y ralentiza. El verano se instala y yo pienso en mi gente y en mi vuelta al sol. Estos tres meses es donde yo soy más yo que en el resto del año. Una repetición del cielo donde el Sol y las constelaciones se alinean con las estrellas y los planetas en el momento de la natividad. Hay fechas que el alma recuerda, aunque la mente no lo haga. Al detenerme puedo recibir esas memorias que siguen vivas en mí y que sólo puedo capturar en los momentos de quietud.
Me viene el recuerdo de la ilusión de cuando niña, al asomarme a mirar por el buzón cada día para ver si había una carta para mí. Meter los dedos y cogerla por la ranura. Ahí ya sabía lo que me importaban las amigas y las cartas. Y escuchar los discos en bucle que mi padre me compraba. Hoy es posible escribir y recibir al instante, desde cualquier lugar del mundo. Como cuando internet no existía y escribíamos a los “amigos por correspondencia”. Me encanta poder mirar los años que han pasado con la admiración de haber vivido lo que era para mí.
Estoy aprendiendo a usar la energía de la tecnología, que vino para quedarse y que fácilmente sustituye los momentos vacíos donde es posible parar y no hacer nada. Nutrir mi relación con ella, como un área más de la vida. Nutrir el cuerpo, la mente y la energía. Ahora la vida engancha por los ojos. He decidido que prefiero aburrirme una hora antes que estar escroleando, y volver a escuchar los audios de WhatsApp “en normal”. La aceleración distorsiona la energía del mensaje. En estas últimas semanas sin usar Instagram he podido reflexionar mucho sobre los mecanismos de mi mente. Entender y comprender se siente liviano, como que tengo más acceso a mí y a lo que me da calma.
La adicción al placer instantáneo y la intolerancia al dolor. Vivir en acelerado. La dopamina digital y la vida en 1.5x o 2x. Tener acceso a todo. La obsesión por la novedad y por las sensaciones fuertes. La dificultad para esperar y para aburrirse. Pisar el acelerador y no poder fijarse en los detalles del camino. Y la vida está en los detalles.
He crecido creyendo que dormir y descansar eran los ladrones del tiempo. No perder el tiempo; como si fuera posible hacer conservas con él. Sin saber reconocer lo que me calma, y buscando llegar más rápido a donde no era para mí. Con una idea de control ilusoria y poco realista de la vida. Y en constante alerta, que me llevaba a enfermar otra vez. Ignorando la voz que aprieta y acumula los llantos del miedo, de la incertidumbre y la rabia. Porque cuando más duele es cuando menos se escucha. Y cada vez pide más de eso que relaja, excita y complace. Hasta que se convierte en una necesidad de calmar el dolor que provoca la ausencia de lo que al principio, me daba placer. A veces cualquier cosa vale con tal de no escuchar esa voz. Es posible parar el cuerpo y la mente, y encontrar unos minutos para echar el freno y poder acceder a esa voz. La voz que cuando se escucha, se vuelve poco a poco, más liviana y cercana.
El no hacer nada es un espacio permitido y elegido para dar lugar a la reflexión. Para abrir el corazón, descansar y reparar las heridas del cuerpo y el alma. Para comer despacito y reconocer los ingredientes y saborear. Para verte en los ojos de un extraño y entender que estás vivo. Y compartir con esas personas que sin necesidad de ser tan cercanas, se sienten conocidas. Mirar a los ojos, sonreír al camarero y hablar unas palabras de más con la panadera. Y en la amistad y en convivencia con esas personas donde son posibles los silencios compartidos. Sin importar lo que se altera la vida en contacto con la de ellos. Con quién puede verme cuando yo no puedo hacerlo. La complicidad es más importante que la admiración. Poder hablar de los más profundo y de lo que ocurre delante nuestra, del cotidiano, y de lo que fuimos.
La vida en la naturaleza no es sinónimo de saber no hacer. Al principio sentía la culpa de no seguir el ritmo que conocía. El nivel de estímulo es tan alto y las descargas de placer tan continúas, que es fácil que todo se sienta insatisfactorio. Pero con la práctica, cada vez es más posible el encuentro conmigo. Lo que se vuelve adicto se puede volver a configurar, y en algunas semanas transformarlo en algo que se siente más elegido. Cumplir con esas pequeñas cosas, que al final del día me hacen sentir en paz, seguridad y confianza. Hacer lo que puedo con lo que tengo. Basta con unos minutos para escuchar esa voz que me cuida y me abraza. Y en ese encuentro conmigo, poder soñar con otras formas y posibilidades. Y da igual, pero agradecer lo que sea, es sentir que ya estoy viviendo a mi ritmo y en mi camino.
-Zorah
¿Qué te hace escuchar tu propio ritmo?
PS. Unas fotos de los patitos recién nacidos.
Me ha encantado leerte, y ver a esas monadas emplumadas, madre mía... 😍
Yo también vivo en la naturaleza y doy fe, el "chip" de la aceleración/desconexión del presente te lo llevas puesto allá donde vayas.
Cuando me fui a vivir al campo hace 10 años, tardé los 2 primeros en dejar de correr de tarea en tarea, estresá perdía 🤣