Resultaba más fácil encontrar quietud en medio del murmullo, entre mis notas y el café Richard bien torrefacto que sirven en los bistros parisinos. Es cuando vivía tratando de huir del silencio doloroso y escapando de la soledad insoportable y ansiosa, refugiándome en personas y en espacios con tal de no escucharme. Y en mucho humo. Los espacios son como los silencios, se hacen conforme la marcha. No tienen un formato definido; siempre están disponibles para quien quiere crearlos.
Pero hay silencios que duelen y que encierran miedos y vergüenzas en palabras no dichas. Silencios que oprimen y necesitan romperse para liberar lo más auténtico y profundo que llevamos dentro. Silencios que otorgan y silencios que salvan. En ocasiones lo que no decimos permite escuchar de verdad, con todos los sentidos y sin interrumpir. Hay silencios que crean espacios para decir lo que necesitamos escuchar. Y hay cosas que sigo siendo incapaz de decir.
Me viene a la cabeza el último concierto en Bercy. Me desmayé una primera vez y cuando abrí los ojos, estaba en un silencio imposible. Solo veía las luces parpadeando a lo lejos y sentía como un brazo me sostenía por la cintura, los pies colgando y el latido de mi corazón a tope. Volví a desmayarme y ya no podía ver lo que oía. Mis ojos se quedaron en negro y el ruido era diabólico. Como que la vista y el oído no podían funcionar de forma simultánea y los sentidos pudiesen competir. Esos momentos donde la interacción entre lo que vemos y escuchamos puede revelar nuevas percepciones de nuestra experiencia humana. Tan limitadas y expansivas a la vez.
Hace ya más de dos años de crear nuevos espacios y nuevos silencios en el terreno desértico. El ruido aquí es diferente que en la urbe, en el mar o en la montaña. Me sorprendo al darme cuenta de que estoy siendo la que observa. No quiero que se me olvide que siempre es posible volver a serlo. Crear un silencio visual para poder redescubrir el mundo con una atención renovada. Estar en silencio cada día, tantos días, se ha convertido en el refugio de la tranquilidad y claridad mental. Aquí la vida me obliga a callar y escuchar(me) más de lo que, a veces, puedo y quiero. Los sonidos se amplifican y me traen de vuelta al lugar que habito, y al espacio que ocupo. Ahora me gusta escribir en silencio; beber café especialidad y comer un pedazo de tableta (85% cacao).
Ahora los silencios son más cómodos, son más que la ausencia de ruido. Son momentos especiales y elegidos con quiénes no me quiero callar nunca. Son silencios compartidos.
-Zorah
Mi silencio visual ahora es ver a la pata como se limpia (a la misma hora cada día) mientras se esconde el sol.
Me gustan tus silencios…me asustan los chocolates 85% amigaaaaa jajaja te mando amor 💕
Disfruta de tu desierto