Holaaaaa como estás?
Yo lo pausé todo por un momento. Acabé el verano sin escribir, ni leer entre otras. Tampoco he viajado, estuve tratando de aprender a mirar más como viajera. Mirar cada día como de paso y lo más preciosamente posible. Como si donde vivo es de alguien que nos la renta temporalmente. Queriendo andar ligero, con ojos de curiosidad para mirar la vida más como es. Pasajera y finita. Sin querer saber lo que se viene, sin expectativas. Un día a la vez. Aunque se hace complicado no querer adelantarse o sentir lo que se viene, como un vértigo muy buscado. Detener y sentir aún más la presencia, el vacío, ese punto donde el tiempo se dilata y muestra lo que ya no quiero ser, hacer y sentir. Como una muerte interna sin dolor pero con mucha incomodidad. Dejé de consumir lo cotidiano de forma un poco obligada, y lo convertí en una oportunidad para conocerme sin esas acciones habituales y observar lo molesto. Se sintió desagradable, pero renovador; como cuando te quedas en blanco. A veces parar de hacer algo que se siente tan tuyo puede ser una manera de conocer como eres sin ello. Sin tanta cafeína, sin ese cigarro, sin ese movimiento, sin ciertas conversaciones, sin compartir con esas personas… Un ayuno mental y físico que me ha llevado a perderme en la incertidumbre de mirar lo incómodo.
El lado bueno de poder cuestionar esas acciones tan tuyas es poder volver a ellas con más fuerza. Y poner flexibilidad en donde se requiere. Pausar la repetición para replantear como te quieres sentir y hacer lo necesario para moverte hacia ello. Dejar de vivir en lo que asfixia y anula la expresión de lo que anhelas hoy. Darte la oportunidad de conocer lo que necesitas y se adapta mejor a tus necesidades. Hay rutinas y acciones que ya no se sienten elegidas y lo más incómodo es dejar de identificarte con ellas. Parar y crear espacio, mirar donde estás para saber donde ir. Hacer estas pausas más allá de las connotaciones de lo sano o legal para explorar y conocer, cuestionar y experimentar, exponerte a lo desconocido, y quizás tomar un camino diferente de vuelta a casa, comprar un ingrediente nuevo para cocinar o escuchar la canción que nunca pensabas que te iba a gustar antes.
Vivir como en vacaciones sin salir del lugar donde vivo ha sido una manera de perderme para reconfigurar y observar lo que ya no funciona. Una invitación para elegir ante la evidencia de nuevas opciones; de nuevas oportunidades que se ofrecen constantemente porque hay una nueva forma de presentarse a la vida. Para elegir otro desayuno, una manera de despertar, de romper con las rutinas que tienen el poder de cambiar el ritmo de los días. De preguntarme como puedo mirar hoy. De recordarme que puedo elegir y agradecer más veces que ya estoy viviendo lo que hace unos años deseaba. Agradecer cualquier cosa. Se ha parado el tiempo en el mismo lugar donde vivo y ha sido como volar hasta lo más lejos para aterrizar de nuevo a mí. Aunque no creo que sea necesario aislarse o irse lejos para sentir como ya no ves el mundo por igual.
Los últimos años en los treinta se están sintiendo como un constante deshacer de las identidades, creencias y de soltar sueños, objetivos e intenciones. De hacer limpieza para lo que quiero dejar que suceda y poder bajar la información conectada con mis intenciones actuales. Escribo, entreno, cocino para sentirme bien, desde la constante elección diaria. No quiero ser fiel al pasado. Ni que me importe quién observa, ni sentir necesidad de validación, ni demostrar nada. No me voy a obligar a decir o compartir algo porque toca. Al final del día, la mejor sensación es la de poder cumplir con tus intenciones como la expresión máxima de amor y respeto hacia quién eres y lo que deseas. La vida es más fácil cuando cada acción y decisión es un reflejo real de ti, de lo que eliges ser, desde la total libertad y responsabilidad de serte fiel.
Septiembre fue para hacer orden y crear espacios. El acto de liberar las cosas acumuladas como un reconocimiento de que la vida sigue y de que estás en continuo movimiento. Para que otros objetos, quizás más ligeros y llenos de significados nuevos, puedan entrar y encontrar su lugar. Aprender a dejar ir. Hacer espacio para permitir que nuevas cosas sucedan.
Hay personas que te enseñan a dejar ir y otras que vienen para crecer y caminar mucho tiempo a tu lado. Todas tan importantes y necesarias para aprender y expandirse juntos. Tal vez, al cerrar estos lazos con esas personas o al soltar esas experiencias es posible dejar pasar nuevas historias y conexiones que reflejan quién eres y no quien fuiste. Sentir y expresar lo que se siente incómodo. Saber cortar lazos con esas personas que ya no caminas y aprender a aceptar más a las personas que eliges, tal y como son. Hacer espacio para dejar que la luz entre por las ventanas y que el aire fresco recorra cada rincón. Y en esa apertura es donde nuevas cosas empiezan a suceder. Nuevas personas entran a tu casa, nuevos hábitos se instalan y nuevas experiencias encuentran su lugar. Porque al final, hacer espacio es un acto de amor profundo hacia ti y hacia la vida que aún está por ser vivida.
Feliz comienzo de octubre, eclipsado!
xx
Zoh.
Sabias palabras Zorah, han resonado mucho en mi interior, un placer leérte muchas gracias!🫶✨
Zorah! Hacia tiempo que no me pasaba por aquí!! Bonito reencontrarme con tus textos. Un escrito muy honesto y como dice Paloma, bienvenidos ese cambio de piel. No sé, se te siente conectada y qué guay poder percibir eso de un texto.
Te mando un abrazo,
Isabel